Por Gabriel García Febrero 16, 2024
En un estudio pionero, investigadores del Johns Hopkins Medicine han abierto nuevas puertas al tratamiento de la depresión y otros trastornos psiquiátricos por medios no convencionales. Su reciente estudio, publicado en la prestigiosa revista Psychedelic Medicine, arroja luz sobre los prometedores beneficios de altas dosis de DXM (dextrometorfano) y psilocibina -sustancias antes relegadas al ámbito del uso recreativo o tabú- cuando se administran en un entorno controlado y de apoyo.
El DXM y la psilocibina, aunque distintos en sus mecanismos de acción, han despertado el interés de los investigadores por sus posibles aplicaciones terapéuticas. El DXM, que suele encontrarse en los antitusígenos de venta libre, actúa principalmente sobre los receptores N-metil-D-aspartato (NMDA), que desempeñan un papel fundamental en la percepción del dolor, la regulación del estado de ánimo y la memoria. Por su parte, la psilocibina, un compuesto psicodélico natural que se encuentra en determinadas especies de hongos, afecta principalmente a los receptores de serotonina, lo que provoca profundos cambios en la percepción, el estado de ánimo y la cognición.
Este viaje de investigación estuvo motivado por la búsqueda de tratamientos alternativos para la depresión y otros trastornos mentales. A diferencia de las farmacoterapias tradicionales, que a menudo requieren largos periodos para manifestar sus beneficios y pueden no ser eficaces para todos los pacientes, las sustancias psicodélicas como la psilocibina -presente en las setas “mágicas”- y los disociativos como la ketamina y el DXM han demostrado un potencial notable por sus efectos rápidos y transformadores sobre el bienestar mental.
El Dr. David Mathai, psiquiatra titulado y autor principal del estudio, destacó la importancia de comparar los efectos psicológicos del DXM y la psilocibina en una muestra de voluntarios sanos. Los investigadores se adentraron en los dominios de estas sustancias a través de un estudio cruzado doble ciego con 20 participantes. El entorno del estudio se diseñó meticulosamente para que sirviera de apoyo, animando a los participantes a concentrarse en sí mismos mientras escuchaban música, acompañados por monitores entrenados.
Al evaluar los efectos a través de varias medidas, incluyendo cuestionarios y evaluaciones físicas, los investigadores observaron que tanto el DXM como la psilocibina provocaban experiencias calificadas como más significativas a nivel personal, espiritualmente significativas, psicológicamente perspicaces y desafiantes, en comparación con las condiciones placebo. En particular, la psilocibina, especialmente en dosis altas, demostró cambios positivos más extensos que el DXM, indicando efectos dependientes de la dosis sobre el bienestar psicológico.
A pesar de estos prometedores resultados, se identificaron problemas, especialmente con el DXM, relacionados con el malestar físico y la tolerabilidad. Sin embargo, el Dr. Mathai hizo hincapié en la necesidad de dar prioridad a las experiencias farmacológicas psicológicamente valiosas, sugiriendo que, con el apoyo y la preparación adecuados, podrían lograrse beneficios terapéuticos mayores y más duraderos, minimizando al mismo tiempo los riesgos asociados.
Aunque el estudio no está exento de limitaciones, como la necesidad de una mayor exploración de las poblaciones clínicas y la integración en entornos terapéuticos, es innegable que supone un importante paso adelante en la comprensión del potencial de los psicodélicos como herramientas para el tratamiento de la salud mental. A medida que avanza la investigación en este campo, promete abrir nuevas vías para tratar los trastornos psiquiátricos, ofreciendo esperanza a millones de personas en todo el mundo.
En conclusión, los resultados del estudio subrayan el potencial transformador de las sustancias psicodélicas para inducir experiencias profundas que contribuyen a cambios positivos duraderos en diversos aspectos de la salud psicológica. A medida que se avanza en el aprovechamiento de estas sustancias con fines terapéuticos, es imperativo abordarlas con cautela, pero con apertura, reconociendo las profundas posibilidades que ofrecen en el ámbito del tratamiento de la salud mental.
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